viernes, 9 de diciembre de 2011

Fiesta en la Iglesia de Bilbao



Una fiesta grande en la Iglesia de Bilbao

En la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, nuestra diócesis de Bilbao se ha visto bendecida con tres nuevos diáconos. Fue una fiesta diocesana que abarrotó el templo catedralicio de fieles, y donde nuestro Obispo D. Mario Iceta estuvo acompañado en la concelebración por más de 90 sacerdotes junto a los cuatro diáconos permanentes de nuestra diócesis.
Hacía 18 años que no eran ordenados a la vez tres diáconos, las ordenaciones eran una o dos por año, y aunque ahora se ve el seminario con tres seminaristas menos, seguro que el Señor seguirá llamando a jóvenes que escuchen su voz con un corazón como el de la Virgen María, acogiendo con gratitud su vocación y dejándose guiar por su amor para llevar a buen término la obra buena que Dios comenzó en ellos.

Los periódicos locales se han hecho eco de este acontecimiento, algo que unido a la noticia de que no hay profesión en el mundo más feliz que la de sacerdote, hace que estemos recibiendo una infusión de ánimo nada desdeñable.

Dios también nos habla por medio de los signos de los tiempos, y si bien es verdad que la fe cristiana, y en especial la Iglesia es tantas veces despreciada e incluso perseguida, no deja de ser una llamada de Dios el hecho de que también esta fe en Cristo suscite en muchas personas una llamada a sus vidas en busca de autenticidad y felicidad plenas.

El contraste entre la crítica y la admiración, nos dejan ver que Jesús sigue provocando en el hombre una respuesta a su búsqueda de sentido, tantas veces confundido y desorientado por las modas y las corrientes que lo enredan y perturban.

La entrega de la vida al Señor de estos tres jóvenes de Bilbao, Oscar, Jovaisa e Ignacio, se vio acompañada por cientos de personas que con su presencia y oración les decía: ánimo, nos hacéis mucha falta, y vuestras vidas son un estímulo y un regalo para las nuestras.

Don Mario les animó a que pongan como cimiento de su vocación tres cosas esenciales, la oración permanente donde la centralidad de sus vidas en Cristo esté alimentada por la eucaristía, la comunión eclesial que garantiza la autenticidad de su ministerio, y la caridad pastoral que debe orientar la entrega total de sus vidas al servicio del Señor y de los hermanos.

La presencia de tantos sacerdotes, además de ser un gesto de acogida y de fraternidad ministerial, es una expresión de que la pastoral vocacional es un anhelo permanente en quienes hemos sido llamados por el Señor a la “profesión” más feliz del mundo.

Gracias a Dios por todos los dones que nos sigue regalando.

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