DOMINGO IV DE ADVIENTO
20-12-15 (Ciclo C)
Llegamos
al final de este tiempo de adviento, a través de la Palabra del Señor, de manos
de su evangelista S. Lucas fijando nuestra mirada en la Santísima Virgen. El
adviento es un tiempo con final en el cumplimiento de la promesa de Dios, y
este tiempo se ha cumplido ya en el seno de María. Este 4º domingo es el “ya sí, pero todavía
no” de la Encarnación, porque de hecho el Hijo ya ha tomado carne en las
entrañas de Sta. María, aunque todavía no haya visto la luz del mundo por él
creado junto al Padre y el Espíritu Santo.
Por
eso a medida que han pasado los días del adviento mayor ha sido la ansiedad de
nuestro ánimo, el deseo de ponerlo todo a punto, de que no nos falten detalles
en el hogar bien dispuesto para tan ansiado invitado. Así lo hizo la misma
protagonista de esta historia del amor divino. María, que como relata S. Lucas
se puso en camino para ayudar a su prima Isabel ante el nacimiento de Juan,
ciertamente allanó con su vida el camino al Señor. Nadie como María supo llenar
los abismos que la humanidad había cavado, ni demoler los muros que contra Dios
había levantado. María acogiendo la propuesta de Dios de ser la madre de su
Hijo, abrió de par en par las puertas de la historia para que en ella entrara
su Salvador y Redentor.
María,
es la mujer que entrega su corazón a Dios y se deja transformar por él. Su
sencillez y humildad para escuchar y acoger la Palabra de Dios, la hace dichosa
y bienaventurada, porque el poderoso ha hecho obras grandes en ella.
María
nos regala el don de la esperanza y nos ayuda a acoger la salvación que
proviene sólo de Dios, quien a través de ella se hace uno con nosotros, para
hacernos uno con él. El relato del evangelio nos sitúa a María en marcha,
corriendo hacia quien la necesita.
La actitud de servicio y de entrega de
María, resultan para todos ejemplares.
Cómo
no va a comprender Jesús lo que significa escuchar atentamente a Dios,
entregarse con generosidad al servicio de los hombres y servir con prontitud a
su llamada, cuando son los valores que en su propio hogar va a encontrar en sus
padres. María y José, el gran discreto de esta historia salvífica, son los
pilares sobre los cuales se va a asentar la formación de Jesús, y gran parte de
su espiritualidad.
María
unió en su alma el anhelo de lo que estaba por venir y la certeza de que ya se
había cumplido porque en su entrega absoluta a Dios, cuya vida acogía con
respeto y amor esponsal, sabía que el Señor era fiel a su palabra y cumplía sus
promesas.
María
en el adviento nos enseña a vivir la esperanza activa. Es decir, saber que nada
está en nuestras manos porque todo depende de Dios, pero tomar a la vez
conciencia de que Él ha querido ponerse en nuestras manos como si todo dependiera
de nosotros. Ese ha sido el deseo del Señor. Dios, que no necesita de nada ni
de nadie para llevar adelante su obra creadora, al encarnarse en nuestra
historia ha querido someterse a sus propias leyes, aceptando y respetando
nuestra limitada humanidad. Y la confianza de Dios en el ser humano ha sido tan
grande que en María se ha visto generosamente correspondida. Por eso ella es
Bendita entre las mujeres, por eso ella es la Llena de Gracia, porque jamás
nadie tuvo parte tan importante en el ser de Dios como ella, y jamás nadie
respondió con tanta entrega, dándose por completo a su proyecto salvador.
El
adviento encuentra su compendio y cumplimiento en la vida de María. Toda su
existencia estuvo cuidada por el amor divino, pero fue un amor correspondido
por ella de modo que al llegar la petición divina, estaba preparada para
responder con fidelidad y confianza. María concibió antes al Hijo de Dios en su
mente y corazón que en su seno virginal. Su respuesta positiva ya entrañaba su
disposición para llevar adelante la propuesta de Dios, asumiendo con firmeza lo
que pudiera comportarle a su vida.
El adviento de este año termina y con él
nos disponemos a vivir la navidad con los nuestros. No podemos olvidar en este
tiempo a quienes carecen de lo fundamental para vivir y compartir la alegría
navideña. La campaña navideña de cáritas en todos sus años de existencia entre
nosotros, no es un elemento más de este tiempo. Es la expresión externa de
nuestra disposición interior. Es la muestra de que nuestro corazón se siente
afectado por los demás, y que no hay alegría plena si parte de nuestra familia
humana se siente desolada y desamparada.
Dentro de unos días todo el mundo cantará
la gloria de Dios que en el cielo resuena con gozo, y seguiremos pidiendo con
los ángeles, paz en la tierra a todos los hombres amados por el Señor. Una paz
que sólo es posible si desaparecen las desigualdades y las injusticias. Una paz
que todos anhelamos y cuya consecución depende de las actitudes personales
tanto como de las estructurales.
“La gloria de Dios es la vida del
hombre”, decía S. Ireneo de Lyon. Y si con nuestra actitud personal sembramos
de justicia y de paz este mundo, estaremos colaborando de forma activa y eficaz
en la acción salvadora de Cristo.
La carta a los Hebreos nos invita a
responder a ese amor de Dios derramado en nosotros; “aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.
Que Santa María nos ayude a mantener
fielmente esta actitud de entrega confiada al Señor, sabiendo que en el
cumplimiento de su voluntad encontraremos como ella, nuestro gozo más pleno, colaborando
en el desarrollo de una humanidad más fraterna, y haciendo posible una
verdadera navidad para todos.
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