miércoles, 10 de enero de 2024

DOMINGO II TIEMPO ORDINARIO

 


DOMINGO II DEL TIEMPO ORDINARIO

14-1-2024 (Ciclo  B)

     

¿Qué buscáis? Una pregunta de sólo dos palabras, sin ambigüedades ni distracciones. Concreta y al centro del alma de quien la escucha. ¿Qué buscamos? cuando nos acercamos a Jesús.

No cabe duda de que todos nosotros hemos sido introducidos en la fe por la religiosidad de otras personas, nuestros padres, abuelos, tal vez amigos, siempre siguiendo la estela de una corriente cristiana vivida en el ambiente social en el que la inmensa mayoría de los presentes hemos nacido y crecido.

Pero esto hace tiempo que cambió. Ni el ambiente ya es cristiano, ni nuestras familias viven la fe con esa naturalidad casi diaria y compartida, y muchas veces nosotros mismos nos damos cuenta de que seguimos una rutina interiorizada, que es verdad nos ayuda a vivir con esperanza, pero que no siempre es debidamente integrada, meditada y saboreada desde la interioridad espiritual del encuentro con Cristo.

Por eso me parece que la pregunta de Jesús hoy es tan novedosa y radical como la realizada a sus primeros apóstoles. ¿Qué buscáis?

Y ellos, como nosotros, no sabían qué buscaban, pero tuvieron la curiosidad de saber dónde vivía Jesús, y es su respuesta en forma de pregunta, eso sí ya con una intuición sobre a quién preguntaban ya que lo llaman Maestro. Maestro, ¿dónde vives?

Y el Señor ante cualquier respuesta positiva hacia su persona provoca el encuentro más profundo, “venid y veréis”.

Ciertamente no asistimos a un diálogo al uso, de larga conversación y cuestiones formales. Es un encuentro en diálogo conciso y concreto; qué buscáis, dónde vives, venid y veréis.

El resultado de aquél encuentro tuvo consecuencias radicales para la vida de Andrés y su compañero, de manera que esa vida cambió y provocó el encuentro de Jesús con Pedro y la posterior llamada del Señor a su seguimiento definitivo. Pero sigue siendo hoy muy importante lo que cada uno busca en la relación con Jesús.

Unos pueden moverse por la curiosidad hacia un personaje relevante en la historia de la humanidad, estos pronto dejarán ese interés y pasarán a otros más de moda y actuales. Otros que nacieron en un ambiente familiar religioso pueden buscar el consuelo en medio de las adversidades, la respuesta a muchas de sus incertidumbres, o la bendición de sus opciones vitales para mantener tranquila la conciencia.

Porque de alguna manera todos conocemos muchos rasgos de la vida de Jesús, y subrayamos con especial énfasis aquellos que muestran su misericordia, su acogida incondicional a todos, su cercanía a los pobres y enfermos, su lucha por la justicia que posibilite una auténtica fraternidad universal, su entrega personal hasta dar la vida por amor a los suyos.

Pero tal vez no seamos suficientemente conscientes de que precisamente ese amor a los suyos parte de algo mucho más profundo como el amor al Padre y la búsqueda permanente del cumplimiento de su voluntad.

Y si a la pregunta de qué buscáis, respondemos desde nuestras situaciones limitadas, imperfectas y necesidades humanas, en el encuentro con él, si realmente se produce en la aceptación de su palabra y obra, pronto seremos llevados hacia su centro de interés que es el de la referencia permanente al cumplimiento de la voluntad del Padre.

No son nuestras situaciones tantas veces autorreferenciales (como nos dice el Papa Francisco), las que desarrollan el encuentro con Jesús, sino seguir al “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, que es como Juan el Bautista lo señaló ante sus propios discípulos y lo que suscitó su puesta en el camino del encuentro con Cristo.

Así lo vivió S. Pablo en su propia carne. Él buscaba acabar con ese nuevo movimiento religioso naciente y en su lucha cayó derrotado ante la irrupción del amor de Jesús resucitado en su vida personal y de fe. Y eso le llevó a un cambio existencial transformándolo todo y poniendo la totalidad de su vida en plena referencia a Dios Padre de Jesucristo.

Y en medio de una sociedad gentil greco-romana, que en eso se parece mucho a la nuestra, donde había un determinado modo más o menos aceptado de vivir las relaciones personales de manera contraria a la fe judía y también cristiana, él no duda en establecer una enseñanza acorde a la fe que desde llame a la coherencia en el desarrollo de esas relaciones. ¡Glorificad a Dios con vuestro cuerpo!

El ambiente pansexual de nuestros días, donde ya hemos podido ver de todo y poco puede quedar por sorprendernos, es para el cristiano un campo de minas. Es muy difícil avanzar en las relaciones interpersonales con un criterio firme conforme a la madurez de nuestra fe. Y si bien nadie puede juzgar la vida de los demás, y el debido respeto a todos ha de ser el suelo sobre el que establecer esas relaciones con los demás, eso no conlleva que para nosotros cualquier modo de vida sea igualmente lícito desde nuestra fe.

Y con igual libertad y coherencia debemos ofrecer una palabra que ilumine la vida de quienes realmente busquen a Jesús, porque una cosa es que el Señor acoja y bendiga a todo ser humano y otra muy distinta que lo haga a sus comportamientos o decisiones. Bendecir a las personas para que Dios nuestro Padre les ayude y oriente en el cumplimiento de su voluntad es una cosa y otra muy distinta que busquemos con ella, la aprobación de nuestros comportamientos y opciones cuando son contrarios a su plan de salvación.

Esto nos remite al comienzo de lo expuesto, y ciertamente cada uno debe responder a la pregunta sencilla de Jesús con la verdad de su vida, ¿qué buscas? Y la única respuesta que podemos ofrecer es la de aquellos que se conformaban con conocer dónde vivía. Porque dejándonos invitar por Jesús para acompañarlo en su jornada, también lo descubriremos como nuestro Mesías y Salvador. El Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y que con su amor nos ayuda a ir dando respuesta coherente cada día de nuestra vida a fin de cumplir en ella la voluntad de Dios.

Que como hemos cantado al comienzo, “vivamos nuestra fe con la ayuda del Señor”, porque sin esa ayuda es imposible encontrar el camino que nos conduce hasta él.

 

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