DOMINGO II DEL TIEMPO ORDINARIO
14-1-2024 (Ciclo
B)
¿Qué buscáis? Una pregunta de sólo dos palabras, sin
ambigüedades ni distracciones. Concreta y al centro del alma de quien la
escucha. ¿Qué buscamos? cuando nos acercamos a Jesús.
No cabe duda de que todos nosotros hemos sido
introducidos en la fe por la religiosidad de otras personas, nuestros padres,
abuelos, tal vez amigos, siempre siguiendo la estela de una corriente cristiana
vivida en el ambiente social en el que la inmensa mayoría de los presentes
hemos nacido y crecido.
Pero esto hace tiempo que cambió. Ni el ambiente ya es
cristiano, ni nuestras familias viven la fe con esa naturalidad casi diaria y
compartida, y muchas veces nosotros mismos nos damos cuenta de que seguimos una
rutina interiorizada, que es verdad nos ayuda a vivir con esperanza, pero que
no siempre es debidamente integrada, meditada y saboreada desde la interioridad
espiritual del encuentro con Cristo.
Por eso me parece que la pregunta de Jesús hoy es tan
novedosa y radical como la realizada a sus primeros apóstoles. ¿Qué buscáis?
Y ellos, como nosotros, no sabían qué buscaban, pero
tuvieron la curiosidad de saber dónde vivía Jesús, y es su respuesta en forma
de pregunta, eso sí ya con una intuición sobre a quién preguntaban ya que lo
llaman Maestro. Maestro, ¿dónde vives?
Y el Señor ante cualquier respuesta positiva hacia su
persona provoca el encuentro más profundo, “venid y veréis”.
Ciertamente no asistimos a un diálogo al uso, de larga
conversación y cuestiones formales. Es un encuentro en diálogo conciso y
concreto; qué buscáis, dónde vives, venid y veréis.
El resultado de aquél encuentro tuvo consecuencias
radicales para la vida de Andrés y su compañero, de manera que esa vida cambió
y provocó el encuentro de Jesús con Pedro y la posterior llamada del Señor a su
seguimiento definitivo. Pero sigue siendo hoy muy importante lo que cada uno
busca en la relación con Jesús.
Unos pueden moverse por la curiosidad hacia un
personaje relevante en la historia de la humanidad, estos pronto dejarán ese
interés y pasarán a otros más de moda y actuales. Otros que nacieron en un
ambiente familiar religioso pueden buscar el consuelo en medio de las
adversidades, la respuesta a muchas de sus incertidumbres, o la bendición de
sus opciones vitales para mantener tranquila la conciencia.
Porque de alguna manera todos conocemos muchos rasgos
de la vida de Jesús, y subrayamos con especial énfasis aquellos que muestran su
misericordia, su acogida incondicional a todos, su cercanía a los pobres y
enfermos, su lucha por la justicia que posibilite una auténtica fraternidad
universal, su entrega personal hasta dar la vida por amor a los suyos.
Pero tal vez no seamos suficientemente conscientes de
que precisamente ese amor a los suyos parte de algo mucho más profundo como el
amor al Padre y la búsqueda permanente del cumplimiento de su voluntad.
Y si a la pregunta de qué buscáis, respondemos desde
nuestras situaciones limitadas, imperfectas y necesidades humanas, en el
encuentro con él, si realmente se produce en la aceptación de su palabra y
obra, pronto seremos llevados hacia su centro de interés que es el de la
referencia permanente al cumplimiento de la voluntad del Padre.
No son nuestras situaciones tantas veces
autorreferenciales (como nos dice el Papa Francisco), las que desarrollan el
encuentro con Jesús, sino seguir al “Cordero de Dios que quita el pecado del
mundo”, que es como Juan el Bautista lo señaló ante sus propios discípulos y lo
que suscitó su puesta en el camino del encuentro con Cristo.
Así lo vivió S. Pablo en su propia carne. Él buscaba
acabar con ese nuevo movimiento religioso naciente y en su lucha cayó derrotado
ante la irrupción del amor de Jesús resucitado en su vida personal y de fe. Y
eso le llevó a un cambio existencial transformándolo todo y poniendo la
totalidad de su vida en plena referencia a Dios Padre de Jesucristo.
Y en medio de una sociedad gentil greco-romana, que en
eso se parece mucho a la nuestra, donde había un determinado modo más o menos
aceptado de vivir las relaciones personales de manera contraria a la fe judía y
también cristiana, él no duda en establecer una enseñanza acorde a la fe que
desde llame a la coherencia en el desarrollo de esas relaciones. ¡Glorificad a
Dios con vuestro cuerpo!
El ambiente pansexual de nuestros días, donde ya hemos
podido ver de todo y poco puede quedar por sorprendernos, es para el cristiano
un campo de minas. Es muy difícil avanzar en las relaciones interpersonales con
un criterio firme conforme a la madurez de nuestra fe. Y si bien nadie puede
juzgar la vida de los demás, y el debido respeto a todos ha de ser el suelo
sobre el que establecer esas relaciones con los demás, eso no conlleva que para
nosotros cualquier modo de vida sea igualmente lícito desde nuestra fe.
Y con igual libertad y coherencia debemos ofrecer una
palabra que ilumine la vida de quienes realmente busquen a Jesús, porque una
cosa es que el Señor acoja y bendiga a todo ser humano y otra muy distinta que
lo haga a sus comportamientos o decisiones. Bendecir a las personas para que
Dios nuestro Padre les ayude y oriente en el cumplimiento de su voluntad es una
cosa y otra muy distinta que busquemos con ella, la aprobación de nuestros
comportamientos y opciones cuando son contrarios a su plan de salvación.
Esto nos remite al comienzo de lo expuesto, y
ciertamente cada uno debe responder a la pregunta sencilla de Jesús con la
verdad de su vida, ¿qué buscas? Y la única respuesta que podemos ofrecer es la
de aquellos que se conformaban con conocer dónde vivía. Porque dejándonos
invitar por Jesús para acompañarlo en su jornada, también lo descubriremos como
nuestro Mesías y Salvador. El Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y
que con su amor nos ayuda a ir dando respuesta coherente cada día de nuestra
vida a fin de cumplir en ella la voluntad de Dios.
Que como hemos cantado al comienzo, “vivamos nuestra
fe con la ayuda del Señor”, porque sin esa ayuda es imposible encontrar el
camino que nos conduce hasta él.
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