SOLEMNIDAD DEL APÓSTOL SANTIAGO
25-7-12
Celebramos hoy con alegría la fiesta de nuestro Santo Patrón, el Apóstol Santiago. El primero de los apóstoles del Señor en sellar su fiel seguimiento de Cristo con el martirio. Como hemos escuchado en el texto de los Hechos de los Apóstoles, su tesón, su entrega y su lealtad por la causa de Jesucristo, hace que sufra las iras del rey Herodes y sea ejecutado.
Su muerte será el comienzo de una dura persecución contra los discípulos y seguidores de Jesús, pero que en vez de acabar con la llama de la fe, sería el riego fecundo de una tierra que vería crecer con vigor la semilla del Reino de Dios instaurado por Jesucristo, el Señor.
Desde aquellos tiempos apostólicos, hasta nuestros días, han transcurrido muchos siglos, con sus noches oscuras y días de luz para la historia de la Iglesia. Pero siempre, y a pesar de las dificultades y penurias por las que nuestra familia eclesial ha podido atravesar, la fe de los apóstoles, su vida y su obra, son el fundamento y el ejemplo de nuestro seguimiento actual de Jesucristo.
De Santiago sabemos muchas cosas; era pescador, el oficio de su familia, de posición acomodada dado que su padre Zebedeo tenía jornaleros; su recio carácter le hacía merecedor junto a su hermano Juan, del sobrenombre de “los hijos del trueno” (Boanergers). Como también hemos escuchado en el evangelio, su madre, Salomé pretendía situar a sus hijos en los puestos principales en ese reino prometido por Jesús. Lo cual les acarreó los recelos de los otros diez discípulos.
Y al margen de las anécdotas, lo fundamental es que era amigo del Señor. Santiago pertenecía junto a su hermano y Pedro, a ese círculo de los íntimos de Jesús. Él será testigo privilegiado de los hechos y acontecimientos más importantes en la vida del Maestro; asiste a la curación de la suegra de Pedro; está presente en el momento de la transfiguración, en el monte Tabor; es testigo de la resurrección de la hija de Jairo; y acompañará a Jesús en su agonía, en Getsemaní.
Pero Santiago también vivirá de cerca los momentos de amargura, el prendimiento de Jesús y la huída de todos ellos. Conocerá en su corazón el dolor de haber abandonado a su amigo y el don de su conversión motor y fuerza de una nueva vida entregada por completo al servicio del evangelio y a dar testimonio de la resurrección de su Señor.
La tradición que vincula a Santiago con nuestra tierra se remonta a los primeros tiempos de la expansión cristiana por el mundo, hasta hacer de su sepulcro en la ciudad Compostelana, lugar de encuentro universal de culturas y razas unidas por una misma fe.
Precisamente esta devoción popular nos ha situado a nosotros desde antes de la fundación de nuestra villa de Bilbao allá por el año 1300, en paso obligado a los que desde la costa peregrinaban a Compostela. Y así de los cimientos de aquella primitiva iglesia de Santiago, se edificaría la que hoy es nuestra Catedral, colocando el origen y el final de este largo camino, bajo el patrocinio del mismo apóstol haciéndolo oficial para el templo y la Villa en el año 1643.
Millones de peregrinos se acercan cada año hasta Santiago de Compostela para venerar las reliquias del apóstol, y en el esfuerzo de este largo camino, encontrar desde la soledad y el recogimiento, el sentido de la auténtica vida cristiana.
Santiago experimentó en su corazón una gran transformación que le llevó a cambiar su vida de forma radical para configurarse a Jesucristo. Su oficio de pescador lo cambió por el de misionero y pastor del pueblo a él encomendado. De aspiraciones y pretensiones de grandeza, pasó a buscar sólo la voluntad de Dios y ponerla por obra.
De esta forma el que en la vida buscaba la gloria llegó a alcanzarla aunque por un sendero bien distinto al soñado en su juventud.
En nuestros días muchos jóvenes son protagonistas de este camino compostelano. Jóvenes que también marchan buscando un sentido a su vida y un horizonte por el que les merezca la pena entregarse.
Hoy nos unimos a ellos y a todos los peregrinos que con ilusión inician un camino intenso. Que estos días les ayude a encontrarse con ellos mismos y con Dios, y que el santo apóstol les guíe por la senda de la concordia, la solidaridad y el amor fraterno entre culturas y pueblos.
En un tiempo donde los conflictos entre las naciones siguen sembrando de dolor y angustia a tantos inocentes, se hace muy necesario el fomento de estas experiencias de auténtica humanidad, donde la tolerancia y el respeto sean cauce de una comunicación fecunda entre los pueblos.
Por todo ello, hoy le pedimos a Santiago que siga velando por quienes honramos su memoria. Que nos ayude a fortalecer los vínculos fraternos entre todos los pueblos que lo celebran como su patrón, que nos anime en la construcción de la paz y la concordia, y que tomando su vida como ejemplo y estímulo, seamos fieles seguidores de Jesucristo, nuestro único Señor y Salvador.
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