sábado, 12 de noviembre de 2011

OPINIÓN: ¡Ya está bien con Mons. Iceta!



Ya está bien con Mons. Iceta

Parece que de un tiempo a esta parte, se ha recrudecido la oleada de informaciones, sesgadas e insidiosas contra nuestro Obispo diocesano D. Mario Iceta. Desde que el pasado mes de octubre cumpliera un año en la Sede de Bilbao, las noticias que tienen que ver con su persona se han multiplicado, y la inmensa mayoría de ellas para mostrar una imagen terrible del prelado; “ultraconservador, impositivo, de juego sucio, de intenciones ocultas, férreo...”, y somos muchos los sacerdotes de esta Iglesia local que estamos hartos de tanta falacia contra nuestro Pastor, promovida por miembros de ella y aireada por algunos medios de comunicación.

Los argumentos de los llamados “críticos” se limitan a reseñar, en síntesis, que D. Mario ha asumido el control de la Iglesia bilbaína. Pues claro que sí, porque es su obligación episcopal en fidelidad al ministerio que ha recibido. El Obispo no es la figura decorativa que adorna nuestras celebraciones si le llamamos porque nos cae bien, y se queda en su casa sin molestar si no es de nuestro agrado. El Obispo, en comunión con los demás obispos y el Papa, son sucesores del Colegio Apostólico, y por lo tanto garantes de la autenticidad de la fe católica, de su doctrina y magisterio, de la interpretación auténtica de la Palabra de Dios y los únicos que pueden proponer con autenticidad y autoridad, la verdad de la fe que los creyentes debemos aceptar.

Los teólogos, pensadores y estudiosos de otras ciencias, están al servicio de esta ingente labor de comprender, reflexionar y proponer caminos de actualización del mensaje de Cristo, pero no compete a ellos definir y decidir las conclusiones de este estudio. Mucho menos cuando algunos grupos se escoran exclusivamente hacia posiciones ideológicas muy determinadas.

En la Iglesia de Bilbao, durante mucho tiempo han estado condenadas al ostracismo grupos y movimientos que no eran del agrado de algunos responsables diocesanos. La respuesta de estos grupos ha sido el silencio y la sumisión. Tal vez porque tampoco tenían demasiada fuerza, pero en cualquier caso sí es sintomático que esos colectivos tachados de “neoconservadores”, acatan la autoridad imperante, mientras que los que se consideran abiertos, plurales y progresistas, cuando alguien les llama al orden o corrige sus posiciones excesivas, montan en cólera y no dudan en lanzarse a una campaña mediática de desprestigio contra su legítimo Pastor.

A D. Mario no le duelen prendas para escuchar a todos, así lo ha demostrado en los distintos consejos diocesanos de alguno de los cuales soy testigo. Ha tratado todos los temas que se le han propuesto, no se ha negado a hablar y reflexionar sobre ninguno de ellos. Ha expresado con sencillez sus argumentos, y si en algún caso, como él mismo ha manifestado, debiera tomar una postura contraria al parecer de la mayoría de sus consejeros, la tomará, pero explicando el porqué y asumiendo su responsabilidad.

Hemos tenido muy buenos obispos en esta Iglesia, a cada uno le ha tocado un tiempo y situación diversa, pero nadie les puede negar su entrega y generosidad en la labor realizada. Hoy también, gracias a Dios, tenemos un Obispo excelente, cercano, abierto a la escucha y al diálogo, que acoge a todo el que quiera plantearle cualquier cuestión. Un obispo joven, trabajador y enteramente entregado al servicio de este Pueblo de Dios. Ya está bien de hacer de nuestra comunidad eclesial un escenario de confrontación ideológica, en el que cada uno tira para su lado sin preocuparle la rotura que se puede provocar en la comunión eclesial. Los sacerdotes no somos los “dueños del cortijo”, hemos de dar cuenta a la comunidad eclesial en la persona de nuestro Obispo, que tampoco es dueño y nunca ha obrado como tal, pero que sí tiene la responsabilidad última de garantizar que esta Iglesia de Bilbao es la Iglesia que Jesús quiere, en la comunión eclesial y al servicio de la misión evangelizadora. Ayudémosle en su tarea, y busquemos con honestidad los caminos que nos conduzcan a la deseada fraternidad.

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