viernes, 20 de octubre de 2017

DOMINGO XXIX TIEMPO ORDINARIO - DOMUND



DOMINGO XXIX DEL AÑO

22-10-17 (Ciclo A – Jornada del Domund)



      Celebramos en este domingo, la Jornada mundial de la propagación de la fe, el Domund.

Qué espacio tan apropiado para centrar nuestra atención en la misión que todos tenemos de ser transmisores de la fe. Comenzando por el hogar familiar donde debe volver a resonar la experiencia religiosa como el nexo fundamental de unidad, y dejar que sea Dios quien vaya sembrando con su amor todas las relaciones familiares y sociales.

Esta es la llamada que Jesús nos hace en el evangelio y que en su diálogo con los que intentan manipular la fe, les deja bien claro que:  “Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.

      Una frase que lejos de querer diferenciar los campos de los social y lo religioso, sentencia la primacía de la fidelidad a nuestra vocación sobre los intereses ideológicos, políticos o económicos. Que ser seguidor de Cristo conlleva poner por delante la autenticidad de la fe y buscar siempre la voluntad de Dios y no las conveniencias individualistas.

      El poder social que ejercían los fariseos abarcaba todos los campos de la vida, social y religiosa. Y para Jesús, la vida entera del ser humano ha de ser orientada conforme al plan liberador de Dios y no dejarse condicionar por los criterios ambientales provenientes de alguna ideología o de cualquier estrategia para la supremacía de los intereses particulares.

      El gran reto para nuestra fe y vida diarias, no es darle al mundo lo que es del mundo. Ya se encarga él de cobrarse cada día más de lo que le pertenece. Lo importante es dar “A Dios lo que es de Dios”. Y entonces conviene que nos preguntemos, ¿qué es de Dios?, aunque la respuesta es evidentemente muy clara para un discípulo de Jesús.

      Porque de Dios es todo lo que afecta a su creación y a sus criaturas. Si Dios es Padre de todos, a Dios le afecta todo lo que les suceda a sus hijos. Y cuando decimos todo, no hay exclusión ni excepción.

      A Dios no sólo le importa la experiencia religiosa de los hombres. A Dios le incumbe la realidad integral de la persona, su vivencia interior y su dimensión social, porque su experiencia espiritual no es ajena a su relación con los demás, ya que es ahí donde se deciden los destinos de las personas, su promoción y desarrollo o su exclusión, esclavitud, opresión y muerte injusta.

      La fe tiene mucho que decir a este mundo nuestro y a todas sus relaciones. Cuando la Iglesia se pronuncia sobre temas sociales y políticos, enseguida salen quienes se sienten aludidos atacándola de injerencia, buscando trapos sucios que echarle a la cara y manipulando su desprestigio público. Las armas para su defensa son mucho más endebles y sólo la autenticidad de su vida y el continuo servicio humilde y silencioso es lo que puede hacer.

      Cuando la Iglesia condena los abusos de leyes que oprimen a los más pobres y limitan los derechos de las personas, no cae en saco roto su denuncia.

      Pero aquellos que tienen la responsabilidad de resolver los graves problemas del pueblo, se sienten molestos y amenazados por la libertad de una Iglesia que no se pliega a sus intereses. Y esto tampoco se olvida. Es cuando se arremete contra ella porque no comparte los objetivos de quienes imponen sus tesis o proyectos.

      Escuchar hoy la llamada de Dios, nos ha de llevar a buscar su reino y su justicia. También nosotros tenemos que darle a Dios lo que es suyo, y esto es transformar este mundo nuestro en su reino de amor, justicia y paz, desterrando todo aquello que lo divide y esclaviza. Somos hermanos los unos de los otros, y en este día del Domund es cuando más claramente aparece la fraternidad universal.

Los misioneros diseminados por todo el mundo, especialmente en los países más pobres de la tierra, sólo son noticia cuando sucede alguna catástrofe. El resto del año y del tiempo, desaparecen del foco de atención mediática. Sin embargo es su entrega constante, su servicio y sacrificio diario, lo que siembra de amor y de esperanza la vida de millones de personas desahuciadas por la dinámica egoísta que sustenta las relaciones de mercado de nuestro mundo.

Los misioneros siguen siendo la caricia de Dios en medio de este mundo tan necesitado de nuevas formas socio-económicas que, sustentadas en los valores del Reino de Dios, sean el sustrato fecundo del que emerja una auténtica fraternidad universal.

Hoy celebramos esta jornada anual del Domund; muchos ayudaremos con nuestras aportaciones económicas, con nuestra oración confiada, y con el recuerdo agradecido, los trabajos de nuestros misioneros. Ellos en la distancia física han de sentirse alentados y sostenidos por nuestro amor fraterno.

Que sepamos alentar su labor, más que con el dinero, que siempre es necesario, con nuestra oración, apoyo y solidaridad, las cuales son imprescindibles.

Y que al contemplar su entrega y sacrificio, demos gracias a Dios que sigue suscitando en medio del mundo, personas que desarrollan hasta el extremo lo mejor de la condición humana.

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