DOMINGO XXXIII DEL AÑO
15-11-14 (Ciclo A) Día de la Iglesia Diocesana
Como
se nos ha indicado al comienzo de esta eucaristía, celebramos hoy el día de la
Iglesia Diocesana, bajo el lema “Comparte tu parte”. Una jornada especialmente
indicada para renovar la conciencia eclesial y revitalizar nuestro compromiso
comunitario y misionero.
La
Iglesia de Jesucristo instaurada por él hace casi dos mil años y desarrollada
por la predicación apostólica y pastoral de sus discípulos, llega hasta
nuestros días con fidelidad y espíritu renovado. Queriendo ser fiel al mandato
del Señor de anunciar su Evangelio a todos los pueblos, comparte el presente de
las gentes de hoy con sus luces y sombras, gozos y esperanzas, y prepara el
futuro de esta humanidad construyendo con ilusión y confianza el reinado de
Dios; un reino de justicia, de amor y de paz.
Aquella
Iglesia que nacía en Pentecostés con la fuerza del Espíritu Santo es la que hoy
se hace realidad en los lugares concretos del mundo, congregadas en torno a un
Obispo, sucesores de los apóstoles y animadas por los presbíteros colaboradores
de éstos en corresponsabilidad con los laicos y religiosos, partícipes todos de
la misión de la Iglesia por su bautismo.
La
Iglesia Diocesana de Bilbao, pastoreada por nuestro Obispo D. Mario, es nuestra
Iglesia local en la que cada uno de nosotros vivimos y celebramos nuestra fe,
compartimos nuestra esperanza y desde ella vamos construyendo el reino de Dios.
Todos
nos sentimos Iglesia porque somos miembros de la misma familia-comunidad. Hijos
del mismo Dios que nos congrega ante su altar, y hermanos llamados a vivir la
auténtica fraternidad desde la vinculación eclesial y en comunión con ella.
La
Iglesia es más que nuestra parroquia o unidad pastoral, aunque sea en su
interior donde sentimos su calor y cercanía. La Iglesia la formamos todos los
cristianos que caminamos en este pueblo y deseamos transformarlo para que sea
más justo y fraterno, superando sus miserias y violencias y dejándolo mejor de
lo que lo hemos encontrado. Como nos recordaba nuestro Obispo: “En Ella hemos nacido a la vida nueva, somos
alimentados con el pan de la Eucaristía, sanados en nuestras heridas y
levantados de nuestras caídas. En ella hemos conocido el amor, la misericordia,
el perdón y la fraternidad. Formamos un solo Cuerpo con Jesús, una familia de
hijos e hijas, discípulos de Jesús, escuchando su Palabra y sumergiéndonos en
el misterio de su vida. Y somos enviados gozosamente, como testigos y misioneros,
para hacer presente su misterio de salvación que redime y sostiene la dignidad
de toda persona herida en los avatares y caminos de la vida”.
Desde
esta experiencia eclesial vivimos nuestra pertenencia a la Iglesia de Bilbao
con espíritu comunitario y responsable. Espíritu comunitario que estimula
nuestra sensibilidad para con aquellas comunidades más necesitadas que las
nuestras, bien por la debilidad de sus miembros o por las necesidades
económicas por las que atraviesen. Las comunidades ricas han de compartir con
las más pobres por eso la colecta de hoy será para equilibrar esas necesidades,
de forma que ninguno padezca una penuria que debilite su apostolado.
Pero
también hemos de compartir nuestra potencialidad pastoral, nuestros talentos de
forma responsable. Es el Señor quien nos ha dotado a cada uno de capacidades
esenciales que debemos desarrollar y poner al servicio de los demás. La fe no
es una ideología egocéntrica ni una teoría individual sobre la vida. La fe es
una experiencia de encuentro personal con Jesucristo de la cual brota
espontáneamente la necesidad de vivirla y comunicarla en el seno de la
comunidad cristiana y fuera de ella. En este sentido todos somos necesarios
para desarrollar la misión de la Iglesia, cada uno desde sus capacidades, desde
los dones que ha recibido del Señor, y viviendo la comunión fraterna para ser
en medio del mundo testigos del amor de Dios y transmisores de su esperanza.
En este mundo
nuestro, donde tantas veces podemos sentir la frialdad de un ambiente un tanto
hostil para con la Iglesia, se hace más necesario vivir esta unidad de fe, de
amor y esperanza. Y en este año vamos a iniciar un camino de discernimiento
diocesano para elaborar el V Plan diocesano de Evangelización. El proyecto
pastoral común a todos, que nos impulse a desarrollar nuestra misión
evangelizadora y misionera en medio de la sociedad a la que pertenecemos.
En
este día de nuestra Iglesia diocesana, debemos recuperar con vigor el
sentimiento de la fraternidad cristiana. Por el bautismo fuimos un día
incorporados a esta Iglesia, y aquel gesto que fue decisión de nuestros padres
en coherencia con la fe que ellos profesaban y que nos han transmitido, lo
debemos revitalizar y alimentar cada día con nuestra maduración personal.
Porque ahora somos nosotros los que seguimos a Cristo, no sólo por lo que nos
han contado nuestros mayores, sino porque de alguna manera hemos sido
protagonistas del encuentro personal con Él en el seno de esta Iglesia de la
que formamos parte y que nos ha ayudado a razonar, expresar y sobre todo vivir
este don que llena nuestra vida con su gracia.
Sentirse Iglesia diocesana es tomar conciencia de
nuestra identidad. Somos familia, comunidad y pueblo de Dios, que vivimos con
gozo nuestra pertenecía sabiendo que es el Señor quien nos ha incorporado a él
por medio de nuestro bautismo. Nadie puede sentirse ajeno en esta realidad
eclesial. Nadie puede creerse ciudadano de segunda o sin los mismos derechos y
responsabilidades, porque en el hogar eclesial todos contamos dada nuestra
común fraternidad.
Hoy pedimos al Señor con confianza y
gratitud que nos ayude a revitalizar nuestra vida cristiana. Confiamos en que
su Espíritu seguirá animando la misión de su Iglesia que camina por este pueblo
nuestro con ilusión y esperanza, y agradecemos de corazón el don de la fe
recibido por el testimonio de tantos hermanos que nos han precedido y supieron
cimentar esta Iglesia nuestra sobre la roca de los apóstoles.
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